TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
VIERNES SANTO
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 9, 11-28
Cristo, sumo sacerdote, con su propia sangre, ha entrado en el santuario
una vez para siempre
SEGUNDA LECTURA
De la catequesis de
San Juan Crisóstomo, Obispo
(Catequesis 3, 13-19: SCh 50, 174-177)
El valor de la sangre de Cristo
¿Quieres saber el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las
figuras que profetizaron y recorramos las antiguas Escrituras.
Inmolad –dice
Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos
jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices Moisés? La sangre de un
cordero irracional, ¿puede salvar a los hombre dotados de razón?» «Sin
duda –responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en
esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con
sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los
templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más
lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de
dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su
fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el
Evangelio. Uno de los soldados se acercó con la lanza y le traspasó el
costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del
bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó
el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro
el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que
ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo
el fruto del sacrificio.
Del costado salió sangre y agua.
No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran
misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He
dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la
eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la
Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del
Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han
brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la
Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.
Por esta misma razón, afirma San Pablo:
Somos miembros de su cuerpo,
formado de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo.
Pues del mismo modo que Dios hizo a la mujer del costado de Adán, de
igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salida de su
costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces
Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio
el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué
alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos
alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su
misma naturaleza a alimentar con su propia sangre, y con su leche a
aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su
sangre a aquellos a quienes Él mismo ha hecho renacer.