TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas,
CUARTO DOMINGO
DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del Levítico 8, 1-17; 9, 22-24
Consagración de los sacerdotes
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de
San Agustín, Obispo, sobre el Evangelio de San Juan
(Tratado 34, 8-9: CCL 36, 315-316)
Cristo es el camino hacia la luz, la verdad y la vida
El Señor dijo concisamente:
Yo soy la luz del mundo: el que me
sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Con estas palabras nos mandó una cosa y nos prometió otra. Hagamos lo
que nos mandó y, de esta forma, no desearemos de manera insolente lo que
nos prometió; no sea que tenga que decirnos el día del juicio:
«¿Hiciste lo que mandé, para poder pedirme ahora lo que prometí?» «¿Qué
es lo que mandaste, Señor, Dios nuestro? » Te dice: «Que me
siguieras.» Pediste un consejo de vida. ¿De qué vida sino de aquella
de la que se dijo: En ti está la fuente de la vida?
Conque hagámoslo ahora, sigamos al Señor: desatemos aquellas ataduras
que nos impiden seguirlo. Pero ¿quién será capaz de desatar tales
nudos, si no nos ayuda aquel mismo a quien se dijo: Rompiste mis
cadenas? El mimo de quien en otro Salmo se afirma: El Señor
liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.
¿Y en pos de qué corren los liberados y los puestos en pie, sino de la
luz de la que han oído: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no
camina en tienieblas? Porque el Señor abre los ojos al ciego.
Quedaremos iluminados, hermanos, si tenemos el colirio de la fe. Porque
fue necesaria la saliva de Cristo mezclada con tierra para ungir al
ciego de nacimiento. También nosotros hemos nacido ciegos por causa de
Adán, y necesitamos que el Señor nos ilumine. Mezcló saliva con tierra;
por ello está escrito: La Palabra se hizo carne y acampó entre
nosotros. Mezcló saliva con tierra, pues estaba también anunciado:
La verdad brota de la tierra; y Él mismo había dicho:
Yo soy
el camino, la verdad, y la vida.
Disfrutaremos de la verdad cuando lleguemos a verlo cara a cara, pues
también esto se nos promete. Porque, ¿quién se atrevería a esperar lo
que Dios no se hubiese dignado dar o prometer? Lo veremos cara a cara.
El Apóstol dice: Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces
veremos cara a cara. Y Juan añade en su carta: Queridos, ahora
somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos
que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos
tal cual es. Esta es una gran promesa.
Si lo amas, síguelo. «Yo lo amo –me dices-, pero ¿por qué camino lo
sigo?» Si el Señor, tu Dios, te hubiese dicho: «Yo soy la verdad y la
vida», y tú deseases la verdad y anhelaras la vida, sin duda que
hubieras preguntado por el camino para alcanzarlas, y te estarías
diciendo: «Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida; ojalá mi alma
tuviera la posibilidad de llegar hasta ellas.»
¿Quieres saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero:
Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te dijo por donde:
Yo soy el camino. ¿Y a dónde lleva el camino? A la verdad y a
la vida. Primero dijo por donde tenías que ir, y luego a donde.
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Permaneciendo junto al
Padre, es la verdad y la vida; al vestirse de carne, se hace camino.
No se te dice: «Trabaja por dar con el camino, para que llegues a la
verdad y a la vida»; no se te ordena esto. Perezoso, ¡levántate! El
mismo camino viene hacia ti y te despierta del sueño en que estabas
dormido, si es que en verdad te despierta; levántate, pues, y anda.
A lo mejor estás intentando andar y no puedes, porque te duelen los
pies. Y ¿por qué te duelen los pies?; ¿acaso porque anduvieron por
caminos tortuosos, bajo los impulsos de la avaricia? Pero piensa que la
Palabra de Dios sanó también a los cojos. «Tengo los pies sanos
–dices-, pero no puedo ver el camino.» Piensa que también
iluminó a los ciegos.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María