TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
Segundo
Lunes de cuaresma
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 6, 2-13
Segundo relato de la vocación de Moisés
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de San Gregorio Nacianceno, Obispo
(Sermón 14, sobre el amor a los pobres, 23-25: PG 35, 887-890)
Actualicemos unos con otros la bondad del
Señor
Reconoce de dónde te viene que existas, que tengas vida, inteligencia y
sabiduría. Y, lo que está por encima de todo, que conozcas a Dios,
tengas la esperanza del reino de los cielos y aguardes la contemplación
de la gloria (ahora, ciertamente, de forma enigmática y como en un
espejo, pero después de manera más plena y pura); reconoce de dónde te
viene que seas hijo de Dios, coheredero de Cristo, y, dicho con toda
audacia, que seas, incluso, convertido en Dios. ¿De dónde y por obra de
quién te vienen todas estas cosas?
Limitándonos a hablar de las realidades pequeñas que se hallan al
alcance de nuestros ojos, ¿de quién procede el don y el beneficio de que
puedas contemplar la belleza del cielo, el curso del sol, la órbita de
la luna, la muchedumbre de los astros y la armonía y el orden que
resuenan en todas estas cosas, como en una lira?
¿Quién te ha dado las lluvias, la agricultura, los alimentos, las artes,
las casas, las leyes, la sociedad, una vida grata y a nivel humano, así
como la amistad y familiaridad con aquellos con quienes te une un
verdadero parentesco?
¿A qué se debe que puedas disponer de los animales, en parte como
animales domésticos y en parte como alimento?
¿Quién te ha constituido dueño y señor de todas las cosas que hay en la
tierra?
¿Quién te ha otorgado al hombre, para no hablar de cada cosa una por
una, todo aquello que le hace estar por encima de los demás seres
vivientes?
¿Acaso no ha sido Dios, el mismo que ahora solicita tu benignidad, por
encima de todas las cosas y en lugar de todas ellas? ¿No habríamos de
avergonzarnos, nosotros, que tantos y tan grandes beneficios hemos
recibido o esperamos de él, si ni siquiera le pagáramos con esto con
nuestra benignidad? Y si Él, que es Dios y Señor, no tiene a menos
llamarse nuestro Padre, ¿vamos nosotros a renegar de nuestros hermanos?
No consintamos, hermanos y amigos míos en administrar de mala manera lo
que, por don divino se nos ha concedido, para que no tengamos que
escuchar aquellas palabras: Avergonzaos, vosotros, que retenéis lo
ajeno, proponeos la imitación de la equidad de Dios, y nadie será pobre.
No nos dediquemos a acumular y guardar dinero, mientras otros tienen que
luchar en medio de la pobreza, par ano merecer el ataque acerbo y
amenazador de las palabras del profeta Amós: Escuchad, los que
decís: «¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el Sábado
para ofrecer el grano?»
Imitemos aquella suprema y primordial ley de Dios, que hace llover sobre
los justos y los pecadores, y hace salir igualmente el sol para todos;
que pone la tierra, las fuentes, los ríos y los bosques a disposición de
todos sus habitantes; el aire se lo entrega a las aves, y el agua a los
que viven en ella, y a todos da, con abundancia, los subsidios para su
existencia, sin que haya autoridad de nadie que los detenga, ni ley que
los circunscriba, ni fronteras que los separen; se lo entregó todo en
común, con amplitud y abundancia, y sin deficiencia alguna. Así enaltece
la uniforme dignidad de la naturaleza con la igualdad de sus dones, y
pone de manifiesto las riquezas de su benignidad.