LUNES
SEGUNDO DE ADVIENTO,
Lecturas de la liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 24, 1-18
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de
San Juan de la Cruz, Presbítero, Subida al Monte
Carmelo
(Libro 2, Cap. 22, Núms. 3-4)
Dios nos ha hablado en Cristo
La principal causa por la cual en la ley antigua eran lícitas
las preguntas que se hacían Dios, y convenía que los profetas y
sacerdotes quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque
entonces no estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y
así, era menester que preguntasen a Dios y que Él hablase, ahora por
palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y
semejanzas, ahora en otras muchas maneras de significaciones. Porque
todo lo que respondía y hablaba y obraba y revelaba eran misterios de
nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Pero ya que
está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era
de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para que Él
hable ya ni responda como entonces.
Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo –que es una Palabra suya, que
no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en toda esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad, con que San Pablo quiere
inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y
tratos con Dios de la ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo
solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a
nuestros padres de muchos modos y maneras, ahora a la postre, en estos
días, nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez.
En lo cual da a entender el Apóstol, que Dios ha quedado ya como mudo, y
no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los
profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos el todo, que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna
visión o revelación, no sólo haría agravio a Dios, no poniendo los ojos
totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría
responder Dios de esta manera: «Si te tengo ya hablado todas las cosas
en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar
o responder que sea más que eso, pon los ojos sólo en Él ; porque en Él
te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de
lo que pides y deseas.
Porque desde el día que bajé con mi espíritu sobre Él en el monte Tabor,
diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me he complacido; a Él oíd,
ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y
se la di a Él; oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, más
cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo;
y si me preguntaban, eran las preguntas encamindas a la petición y
esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da
a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. »
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María.