Ante el Cáncer de un Hijo
Una tragedia familiar conduce al encuentro con
Jesucristo
y una vida nueva en Su gracia.
Ver también:
sufrimiento,
hijos
Quiero compartir con ustedes la manera tan hermosa como Dios nos dio a
conocer, a mí y a mi familia, el don más grande que El nos ha dado: Su
Infinito y Puro Amor.
Mi nombre es Juan Carlos, soy colombiano y lo que me sucedió a mi y a mi
familia puede sucederle a cualquiera de ustedes. Yo era un hombre del
mundo, entregado a mi trabajo y a mis pasiones, casado por la Iglesia
Católica y con un bello hijo. Éramos “católicos” dizque porque íbamos de
vez en cuando a la Misa, rara vez comulgábamos y orábamos con alguna
frecuencia. Todo lo teníamos y únicamente nos importaban las cosas del
mundo, lo que nos presentaba el consumismo en que vivíamos.
Un día, a finales del año 2000, empezamos a notar que a mi hijo, de 2 años de edad, le empezaron a crecer de manera impresionante
los ganglios del cuello. Fuimos a donde un médico otorrino amigo y le
recetó unos antibióticos para una supuesta infección que tenía en la
garganta. El tiempo pasó y no notamos ninguna mejora en el estado de los
ganglios. Durante una visita a donde mis padres, un pediatra amigo le
realizó unos exámenes y dentro de tres posibles alternativas incluyó el
cáncer. Nosotros no creíamos que el niño tuviera algo malo, pues los
exámenes no mostraban nada malo y el estado general de
nuestro hijo era
bueno. Luego de descartar las dos primeras opciones, acudimos a donde un
médico cirujano experto en cáncer, para que le realizara una biopsia de
ganglio y de médula ósea. Los resultados fueron devastadores. A finales
de enero del 2001 nos enteramos que nuestro hijo tenía cáncer. No soy
capaz de explicar lo que sentimos en ese momento. No podíamos entender
lo que nos estaba pasando, simplemente no podía pasarnos a nosotros, por
qué a nosotros si éramos “buenos” y no le hacíamos mal a nadie. Todavía
no era nuestro momento de entender!
El jueves siguiente le tomaron muestras para identificar de manera
precisa el tipo de cáncer que el niño tenía y para implantarle un
catéter en su pecho para la aplicación de quimioterapia, porque fuera lo
que fuera, teníamos que empezar a tratar al niño. Nos recomendaron a un
especialista en cáncer infantil y en la primera cita nos explicó que
había varias posibilidades: linfoma no Hodgkin, leucemia linfoide aguda
y leucemia mieloide aguda, esta última era la más improbable pero la más
terrible.
El 6 de febrero de 2001 fui sólo a recibir los resultados a donde el
oncólogo. Mi esposa se encontraba muy alterada emocionalmente para
acompañarme. El médico fue claro y directo, rayando en lo cruel: el niño
tenía leucemia mieloide aguda, el tipo de cáncer infantil más mortal y
raro. El 77% de su sangre estaba constituido por células malignas.
Estadísticamente había una probabilidad del 20% de sobrevivir luego del
tratamiento y si no hacíamos nada al niño le quedaban 2 meses de vida.
Ahora si que menos puedo explicarles lo que sentí, solamente les cuento
que duré más de 2 horas llorando donde el médico, queriendo acabar con
mi vida, destrozado, lleno de la incertidumbre más horrible que haya
sentido en mi vida. Sentía que mi hijo, lo que más amaba en el mundo se
me moría, se me iba de las manos y yo no entendía porqué, si
supuestamente yo era bueno.
Llegué en la noche a donde mi esposa y traté de explicarle lo que el
médico me había dicho. Ella enloqueció, empezó a llorar desconsolada y
luego empezó a recoger todos los jugueticos que el niño había dejado
regados en la sala. Ella ya lo daba por muerto. Nos sentamos en el piso
de la sala y nos abrazamos fuertemente, llorando como nunca lo habíamos
hecho; entendíamos que solamente nos teníamos los dos, que ya Juan
Camilo pronto no iba a estar junto a nosotros. Y desde ahí empezamos a
vivir la historia más hermosa que le pueda pasar a cualquiera de
nosotros: Dentro de mi desesperación empezamos a orar, a hablarle a Dios
como nunca lo habíamos hecho, a abrirle nuestro corazón, a pesar de que
nuestra fe era poca. Le dije a Papá Jesús que por favor nos hablara,
porque sólo El podría ayudarnos. Le pedí que me mostrara en la Biblia
algo que nos dijera que El estaba con nosotros y lo más increíble fue
que en este libro de más de 1000 páginas, lo abrí en la página 886:
Isaías 43. Empecé a leer y Dios nos decía que no tuviéramos miedo,
porque El estaba con nosotros, que aunque pasáramos por el fuego no
íbamos a quemarnos, que aunque pasáramos por el río no íbamos a
ahogarnos, porque El era nuestro Salvador. Que El iba a enviar a Sus
ángeles, que nosotros éramos sus testigos, que nosotros habíamos sido
infieles a Su Amor, pero que El porque era nuestro Dios se iba a olvidar
de nuestros pecados y que iba a hacer que corriera agua a través del
desierto de nuestras vidas... y muchas otras cosas más que ustedes
pueden leer en Isaías 43 y 44.
Mientras yo iba leyendo íbamos entendiendo que era Dios mismo quien nos
estaba hablando y ya no llorábamos de tristeza sino de alegría. Sentimos
una presencia tan fuerte de Dios con nosotros como jamás antes la
habíamos sentido. Y ese día, que fue el más duro de nuestras vidas,
tuvimos una de las noches más tranquilas, todo gracias a las promesas
que Dios nos había hecho al hacernos saber que estaba con nosotros.
Y desde ese momento empezamos la lucha, agarrados de la mano de Dios.
Nos esperaban dos años de quimioterapia y momentos muy difíciles. Al
principio fue difícil pues queríamos que Dios hiciera las cosas a
nuestro modo, es decir, rápido y sin muchas complicaciones. Le estábamos
diciendo al Doctor de Doctores como hacer las cosas! Y estábamos muy
equivocados, pues El también quería que nosotros nos sanáramos del
espíritu.
Desde entonces empezamos a orar constantemente, a asistir a la Santa
Misa, a ofrecer sacrificios. Y no éramos nosotros solamente, porque Dios
lentamente iba haciendo su obra en nosotros. Nos concedió muchas
gracias, entre ellas las de empezar a amar la Eucaristía porque
empezamos a entender su verdadero significado. Ya no podíamos ir a la
Misa sin comulgar, porque entendimos que era Jesús mismo quien se
entregaba a nosotros de una manera mística pero real en la Sagrada
Hostia.
Nustro hijo luchaba contra la enfermedad de manera valiente, a pesar de
su corta edad. Nuestro Señor le dio muchísima fortaleza y enfrentaba
todo de manera muy tranquila. Los medicamentos para el cáncer tienen
muchísimos efectos secundarios, terribles todos ellos, pero Dios hacía
que la droga pasara por su cuerpo sin causar mayores problemas.
Sin embargo, la droga también actuaba sobre las células buenas del
cuerpo y el niño quedaba completamente sin defensas. Entonces venían las
infecciones, acompañadas de unas fiebres terribles y casi siempre, luego
de cada quimioterapia, terminábamos en la clínica. Pero siempre Nuestro
Señor estaba con nosotros y mediante todos esos momentos difíciles nos
estaba purificando. Ahora es que entiendo la razón de todo esto, pero en
esos momentos todo era muy difícil y nuestra fe muchas veces flaqueaba.
Para nosotros cada ida a la clínica, cuando Juan Camilo estaba muy
enfermo, era como ir al Huerto de los Olivos, donde orábamos con mucho
fervor. Y nuestro Jesús siempre estaba con nosotros. Nunca nos dejaba
solos. Ahora entiendo que es en la tribulación cuando más podemos
demostrarle nuestro amor al Señor.
Y también, todo el tiempo junto a nosotros, estuvo la Santísima Virgen
María, nuestra Madre Celestial, quien se convirtió en nuestro permanente
consuelo. Ella ha sido nuestra Intercesora, en especial en los momentos
más difíciles, como en Septiembre de 2001, cuando el corazón de Juan
Camilo fue invadido por colonias de bacterias y hongos, una enfermedad
llamada endocarditis bacteriana. Las bacterias se habían localizado en
la válvula tricúspide y ocasionaron un soplo en su corazón, es decir,
una insuficiencia cardiaca. Cuando la cardióloga nos dio el diagnóstico
el niño me abrazó y simplemente me dijo: “Tranquilo papi, que todo va a
salir bien”. La fe del niño era impresionante. El niño estuvo dos meses
hospitalizado, permanentemente atado a una bomba de suero donde
aplicaban dosis impresionantes de antibióticos. En la clínica el niño
cumplió 3 años, pero no pudo disfrutarlos como hubiésemos querido. Hubo
momentos difíciles, muchas veces pensamos que se nos iba, porque estaba
postradito en su camita, sin moverse, ardiendo en fiebre. Pero mis
amigos, la oración es un arma muy linda que Dios nos ha dado, y siempre
Jesús y María estuvieron junto a nosotros, consolándonos y dándole mucha
fuerza a nuestro hijo.
Durante estos dos meses nunca se quejó de su condición o
pidió que lo lleváramos para la casa. Simplemente él era feliz en el
espacio tan reducido de su cama. Cuantas veces nosotros nos quejábamos
por un simple dolor de cabeza o por un machucón en el dedo! Nosotros
hablábamos con amigos y les comentábamos que la cruz que estábamos
cargando era muy pesada y dura, hasta que un día me di cuenta que quien
verdaderamente cargaba la cruz era nuestro hijo y había que ver la forma
tan valiente como él la cargaba, sin quejarse, solamente él sabia lo que
estaba sufriendo. A veces pensaba que Juan Camilo era la almohada donde
Papá Jesús recostaba su cabeza para descansar.
A finales de Octubre le retiraron los medicamentos y en Diciembre le
hicieron un ecocardiograma para ver como había evolucionado la colonia
de bacterias. Para gloria de Dios, las bacterias habían desaparecido, la
válvula se había regenerado y el soplo en su corazón había desaparecido.
Nuestro hijo seguía con sus ciclos de quimioterapia y nosotros con
nuestra sanación espiritual. Por gracia de Dios empezamos a luchar
contra muchos pecados con los que nunca habíamos podido, sobretodo con
nuestra falta de amor. Y a pesar de que a veces caemos, sabemos que la
lucha continúa, sobre todo porque Dios está junto a nosotros para
ayudarnos a levantar.
Olvidé mencionar que Dios cumplió su promesa y nos envió muchos ángeles
a ayudarnos: En el médico del niño encontramos mucho apoyo y mucha
sabiduría, en mi trabajo me dieron 3 meses de licencia remunerada para
dedicarme de lleno a la parte inicial más dura del tratamiento y en todo
momento me apoyaron. En la clínica hubo muchas personas que nos ayudaron
de manera increíble. Pero sobre todo, Dios nos envió a muchos amigos que
oraron permanentemente por nosotros, incluso no conocíamos a muchos de
ellos.
Caso aparte es que justo dos meses antes de la enfermedad me había
afiliado a una empresa de medicina prepagada. Y a pesar de que el
tratamiento contra el cáncer no estaba cubierto desde el principio de la
póliza, nunca me han negado un servicio. En total no nos ha tocado pagar
ni el 10% del altísimo costo del tratamiento. Dios nos dio todas las
herramientas para luchar contra la enfermedad.
Mucha gente nos ofreció diferentes remedios y pócimas milagrosas de
dudosa procedencia. Nosotros nos negamos a todas ellas, pues nuestra fe
esta en Dios y en la medicina tradicional.
Después de 21 meses de tratamiento, muchos ciclos de quimioterapia,
momentos difíciles y lágrimas, pero también de alegrías y esperanza,
Juan Camilo terminó su tratamiento. Han sido 95% o más de cosas lindas y
el resto de cosas duras, pero igualmente enriquecedoras. Nuestro amor
por Dios ha ido creciendo en todo este tiempo. Hemos aprendido a confiar
en su Divina Voluntad, a pesar de que muchas veces no entendemos lo que
El quiere de nosotros, pues a veces debemos pasar por momentos difíciles
para irnos purificando, para ir puliendo las aristas de nuestra alma. El
es el Alfarero y nosotros somos la arcilla, que debe ser moldeada para
obtener un producto hermoso. Nosotros seguimos en la lucha, confiando
siempre en Dios y con la certeza de que María Santísima, nuestra Madre
del Cielo, siempre está con nosotros.
A mediados del pasado mes de noviembre Dios, como una muestra mas de su
Infinito Amor por nosotros, nos ha dado un regalo muy hermoso, nuestra
segunda hija, quien se llamará Mariana, en honor y agradecimiento eterno
a nuestra amada Reina del Cielo, la Santísima Virgen María.
Ahora entiendo que más que un castigo, todo esto que nos ha pasado es
fruto del inmenso Amor de Dios por nosotros, porque si no hubiera sido
tan duro, nosotros jamás nos hubiéramos abierto tanto a El. Nosotros
somos Sus elegidos, como también los son todos ustedes y esperamos no
ser desleales al honor y las gracias que El nos ha dado. Todo lo que ha
pasado no puede pasar en vano. Hemos aprendido que todo lo podemos con
Dios y que El está con nosotros, dentro de nosotros y que no hay que
pensar que está lejos, como muchas veces lo imaginamos.
Y me atrevo a escribir esto, mis queridos hermanos en Cristo, porque no
me puedo quedar callado, porque soy testigo del Amor de Dios y porque no
quiero que a ninguno de ustedes le tenga que pasar lo que nos ha pasado
a nosotros, para darse cuenta del Inmenso Amor que Dios siente por cada
uno de nosotros.